24 de marzo de 2010

Memoria, Verdad yJusticia

La dictadura militar argentina desapareció a 30.000 personas y cabe señalar que la palabra "desaparecido" es una sola, pero encierra cuatro conceptos: el secuestro de ciudadanas y ciudadanos inermes, su tortura, su asesinato y la desaparición de sus restos en el fuego, en el mar o en suelo ignoto.

Juan Gelman





22 de marzo de 2010

FIN


Estaba pensando que esto no daba para más.
Sin regularidad y con los yuyos tapando la entrada (de ahí el término Tapera con que se llama a los ranchos abandonados), imaginé como utópico el post 50 (este es el 49).
Ya me imaginaba yo un cierre con los temas clásicos para la ocasión: "... Y al final" de Bunbury, "Presente" de Vox Dei, "The End" de los Doors o la "Adios, amigos adios" del Gran Andrés.
El FIN, como cierre, debería ser el tema. Pero a mí me cuesta cerrar ciclos. No sé si es por cobardía, porque me encariño, por lástima o vayaunoasaberque, la cosa que, pensando en el asunto, encontré tema de charla precisamente en el FIN.
Porque todo final lleva implícito el puntapié inicial de otra cosa, de otra etapa, de otra vida. Incluso la muerte, para los creyentes, es un paso hacia otra etapa. De eso hablaba Mamerto Menapace en su libro “El paso y la espera”, tratando de elaborar el duelo de su madre. Y hasta Bob Dylan, en su “Death is not the end“ –hermosamente versionado por Nick Cave y Kylie Minouge-.
No es caprichoso que haya elegido la imagen de un reloj a las 12 en punto. ¿Es el comienzo de un mediodía, el final de un mediodía, ambas cosas?
Al final, si he de elegir una canción que grafique el sentimiento, debería ser “El final es en donde partí”. Porque, la vida es cíclica (con rulos ascendentes –porque hay aprendizajes-). La imagen clásica del Ourobouro –la serpiente que se come la cola-.
El fin es un comienzo. Si partimos del reposo hacia algun lugar, ese punto de destino, ese objetivo es el Fin. 
Hablamos de tener un FIN en la vida. Que sí es la muerte, pero no lo decimos así. Cuando hablamos de tener una finalidad, estamos hablando de sentido que le daremos a la existencia, siendo conocedores de su finitud. Tendremos un fin, nuestro, propio, no delegable, que nos trae libertad de elección, pero responsabilidad para optimizarlo. Ese fin, que es la muerte, nos debe llegar con los objetivos cumplidos. Es así como el Fin, nos moviliza, nos lleva a que iniciemos cosas. Porque el tiempo nos apremia.
Eso nos enseñan desde chico: El fin del jardín precedió al inicio de las Tareas del Hogar y las primeras obligaciones. El cierre de la primaria nos adentró en las inquietudes adolescentes. El final de la secundaria nos lanzó al mercado laboral.
Y -siguiendo la analogía escolar-, así como cuando terminábamos un cuaderno en la primaria, este fin implicaba que vendría un cuaderno nuevo, limpio, con muchas páginas sin arrugas ni manchones, de un blanco inmaculado para llenar a nuestro libre albedrío, así se nos presenta el panorama cada vez que cerramos un ciclo. Todo nuevo comienzo que nos propone el Fin, llega con una multiplicidad de opciones, cada una de ellas con su grado de potencial satisfacción, pero –por otro lado- con su grado de posibilidad de realización.
Así, pensando en el Fin, aprendí este último tiempo que nada es para siempre. Y hay cosas que hay que cerrar para crecer. Y, nuevamente, así como la primaria termina para que llegue la secundaria, y luego la universidad. Así debe suceder con otros órdenes de la vida. Y más fundamentalmente con aquello para lo que nos preparan (o educan): el trabajo.
Cerrar ciclos implica Crecer y Crecer implica tomar riesgos, abandonar zonas de confort.
Justo el domingo en el diario había dos notas: una me recordaba que mi confort pasaba por estar acá y que, como dirían Los Caballeros de la Quema, “este no es tan mal trabajo”.
Pero, hay cosas que el dinero no puede comprar. Y no todo confort viene con el dinero. Un tipo, medio chanta, tiraba un titular “Cambiar es incómodo”. Y hacia eso voy. No por ser masoquista, ni nada por el estilo. Si fuera eso, me pondría ramitas de bambú en las uñas. 

Varias cosas nos pueden hacer cambiar. 
Herbert Simon elaboró un par de conceptos que nos pueden ayudar: 1- Teoría del Equilibrio: yo percibo que lo que doy no es reconocido. Mi contraparte percibe que da más de lo que recibe. Tensión. Desequilibrio. Para desequilibrio también tenemos que hablar del equilibrio del triángulo Persona-Familia-Trabajo. Si el trabajo absorbe más tiempo del que debería, nos quedamos sin tiempo para la familia o para nuestros momentos de intimidad personal (o disfrute egoísta). 
Otra, es la relación Mundo Percibido-Mundo Relevante. Este dice que, del total de la realidad, percibimos solo una parte, y de esa, solo le damos relevancia a una fracción. Así, nuestra realidad solo es una mínima porción del total de las realidades del mundo. Con esta idea me quedo. Con esto justificamos que solo el ir a encerrarnos a dejar nuestra creatividad, tiempo, esfuerzo y salud en una empresa sea lo "normal". Solo así dejamos que se siga concretando la Ley de Plusvalía que decía Carlos Marx "de las horas que el trabajador trabaja, una parte trabaja para él (la que revierte en lo que realmente le paga el empresario) y otra para el empresario (la que da lugar al exceso de valor de cambio que no revierte sobre el trabajador y que da lugar a la ganancia del empresario o plusvalía)." Casi siempre vamos a aceptar esa premisa (a menos que tengamos los cojones suficientes para lanzarnos a la aventura emprendedora). El tema se complica cuando el tiempo excedente –la plusvalía- es muy grande. Como diría Ignatius Reilly –personaje de la genial novela “La conjura de los necios”-, “Cuando el padre volviera del trabajo, la familia unida podría agarrarle y encadenarle por ser tan imbécil como para estar trabajando todo el día para mantenerles.” 
Llendo y viniendo con el tema del Final, se me vienen de nuevo los Caballeros a la mente, y parafraseo Faisán cuando decían “no viene mal de vez en cuando quemar el rancho, para no morir de viejos”. 
Y prendí la antorcha, para no volverme tan loco.
La flecha está lanzada. Ahora es cuestión de esperar, cerrar prolijamente esta etapa de 12 años, esperar ofertas razonables, evaluar la posibilidad de instalarnos en otro lugar, donde los chicos puedan correr, donde podamos hacer vida de barrio, donde se pueda vivir (el ideal de la casa con 10 pinos). Mientras, aparecen los miedos. Miedo al cambio, a saber que esta es Nuestra (única) vida. Miedo a la responsabilidad que nos trae la libertad. Libertad de elegir el camino que querramos. Miedo a no fracasar, sin saber bien que cosa es fracasar y que cosa es el éxito. 

Esto no es EL Fin. Sé que tengo UN Fin. Y ya lo sabemos, todo tenemos un poco de miedo.